A veces, como mamás, podemos sentir que nuestras luchas son únicas, que nadie más enfrenta los altibajos de la adolescencia de sus hijos. Pero aquí hay una historia que seguramente resonará con muchas de nosotras.
Imagina que envías a tu hijo adolescente a estudiar y, de repente, recibes una carta en la que se queja de que no tiene suficiente ropa. Te dice que, si realmente lo quisieras, le comprarías ropa nueva como la que tiene su amigo. Sí, un clásico de la adolescencia moderno. No faltarán quienes digan que esto es culpa de las generaciones de hoy, que están sobreprotegidas y han perdido el rumbo.
Sin embargo, este sentimiento de insatisfacción y la necesidad de ser comparado con los demás no son exclusivos de nuestra época. Este caso es de hace 4000 años, en la antigua Mesopotamia. La carta fue escrita por un joven llamado Iddin-Sin para su madre, Zinû. Aquí te dejo un fragmento:
«Que los dioses Šamaš, Marduk e Ilabrat te mantengan para siempre en buena salud por mi bien.
De año en año, la ropa de los jóvenes caballeros aquí mejora, pero dejas que mi ropa empeore año tras año. De hecho, persististe en hacer que mi ropa fuera más pobre y más escasa. En un momento en que en nuestra casa la lana se usa como el pan, me has hecho ropa pobre…»
«El hijo de Adad-iddinam, cuyo padre es sólo un asistente de mi padre, tiene dos nuevos conjuntos de ropa, mientras que tú te preocupas incluso por un solo conjunto de ropa para mí. A pesar del hecho de que me llevaste y su madre solo lo adoptó, su madre lo ama, mientras que tú, no me amas».
Este joven no solo se siente descuidado, sino que también siente que su madre no lo ama tanto como a otros.
Si tienes hijos en la pubertad o adolescencia, es probable que encuentres ecos de esta queja en sus propias palabras. Así que tómalo con calma: tu hijo o hija que se queja no es el único en el mundo. El ciclo de la adolescencia sigue girando, y bajo tu guía, madurarán con el tiempo.
¿Qué piensas de esta reflexión? Me encantaría conocer tu opinión en los comentarios.