Un artículo de la newsletter de Laura Gutman, vale mucho la pena leerla, es una de mis autoras favoritas. En ocasiones pensamos que el modelo en el que estamos es lo “correcto” y los demás están equivocados, o que las cosas han sido así siempre, y no somos conscientes de todas las realidades de todas las familias, y que aún en la misma ciudad y bajo condiciones similares las decisiones no pueden ser las mismas para todos.
La vida en familia
La familia “tipo” es un invento bastante reciente en términos históricos: Mamá, papá, nena, nene, perro y gato. Hasta hace dos generaciones, era más usual vivir en familias extendidas (abuelos, tíos, cuñados, primos) es decir, en pequeñas comunidades. Por supuesto, tampoco eran garantía de felicidad ni mucho menos. Sobre todo porque estaban tan atravesadas como nosotros por mentiras, engaños, represión sexual, falsa moral religiosa, autoritarismo y violencia de todo tipo.
Quiero decir que el problema no es encontrar el modo perfecto de constituir una familia; sino la decisión de cada individuo adulto de emprender el camino de la búsqueda de su sí mismo, de su sombra, para ser consciente de aquello que su entorno precisa de él.
¿Los “nuevos modelos” de familia son mejores o peores? No creo que haya un “modelo” confiable. No importa si los niños tienen padres divorciados, padres del mismo sexo, madre que los cría sola, familias ensambladas, medios hermanos de varios matrimonios de mamá o papá o si los cría una tía abuela. A los niños lo único que les importa es recibir cuidado, comprensión, dedicación, tiempo, disponibilidad, escucha y aceptación.
Desde el punto de vista de los niños, necesitan padres que nos cuestionemos permanentemente, que nos hagamos preguntas, que exploremos en nuestro interior, que seamos honestos con nosotros mismos, que estemos en permanente búsqueda personal. Porque sólo entonces sabremos acompañar a nuestros hijos a cuestionarse y sentir desde sus entrañas, a indagarse y a seguir los dictados de sus corazones. Sostenidos por ese entrenamiento cotidiano de mirar hacia adentro, sabremos observar a cada niño en su especificidad, en su originalidad y seremos capaces de acompañar y apoyar lo que sea que ese hijo busque. No se me ocurre algo más noble para permitir el despliegue y la superación de cada hijo por parte de los adultos a cargo. El equilibrio familiar se logrará cuando sepamos que los niños llegan al mundo para ser amados, no para complacernos.
Laura Gutman.