Diciembre es un mes complicado, compromisos, mil cosas por hacer, los dias se hacen pequeños, y quedan pendientes y pendientes. Aún si procuras no entrar en la vorágine consumista, pero todo se acelera.
En la escuela de mi niña hubo conflictos, por una niña que estaba causando problemas, no los problemas “normales” entre niños, desacuerdos en los que hay que dejarlos y observar como llegan ellos mismos a un arreglo, problemas que me hicieron hablar con el director, retirarla unos dias de la escuela, hablar con la maestra, escribir una carta, y este problema me hizo replantearme nuevamente el homeschooling, aunque es una decisión complicada y que no puede tomarse a la ligera, igualmente tambien llevar a un hijo a la escuela, cosa que hacemos como algo que “hay que hacer”, sin cuestionarnos si es realmente lo correcto.
En fin, que de algun modo, pese al problema con esta criatura (que no era solamente con mi hija, es una niña que golpeaba a todo lo que se moviera, viéndola mas friamente, pobre niña, realmente dañada) mi hija me ha sorprendido con su foma a de manejar las cosas, de algun modo siempre digo que no hay que esperar “resultados” en esto de tratar de criar con apego, pero sinceramente me atrevo a decir que el estar con ella y apoyarla, la han hecho una niña muy especial en su forma de reaccionar frente a problemas de este tipo, mas la confianza que tiene conmigo, saber que puede contarme lo que sea, y que sabe que siempre va a ser apoyada.
Y por esos dias llegó a mis manos este artículo de Laura Gutman, que como siempre pone palabras a pensamientos sin forma definida que no terminan de cuajar, y los lees , tan sencillos, y tan ciertos, y normalmente dejan pensando, y si hay suerte, nos hacen replantearnos como estamos haciendo las cosas…
Aquello que decimos
Los niños creen en los padres. Cuando les decimos una y otra vez que son encantadores, que son los príncipes o princesas de la casa, que son guapos, listos, inteligentes y divertidos, se convierten en eso que nosotros decimos que son. Por el contrario, cuando les decimos que son tontos, mentirosos, malos, egoístas o distraídos, obviamente, responden a los mandatos y actúan como tales. Aquello que los padres -o quienes nos ocupamos de criar – decimos, se constituye en lo más sólido de la identidad del niño.
Los niños no tienen más virtudes unos que otros. Ahora bien, el niño no suficientemente mirado, mimado, apalabrado y tomado en cuenta por sus padres, dará mayor crédito a sus discapacidades. Y sufrirá. En cambio el niño mirado y admirado por sus padres, amado a través de los actos cariñosos cotidianos, contará con una seguridad en sí mismo que le permitirá erigirse sobre sus mejores virtudes y al mismo tiempo reírse de sus dificultades.
Si nos damos cuenta que nuestros hijos sufren, si tienen la auto estima baja, si tienen vergüenza, si se creen malos deportistas, malos alumnos, o que no están a la altura de las circunstancias, si les cuesta hablar, relacionarse, jugar con otros, si suponen que son lentos, o si son víctimas de las burlas de sus compañeros; nos corresponde accionar a favor de ellos, ya mismo. Lo peor que podríamos hacer es exigirles que asuman solos sus problemas.
Podemos nombrar aquellas virtudes, recursos o habilidades que el niño sí dispone como individuo. Por ejemplo, que es un niño que siempre dice la verdad. Que nunca traicionaría a un amigo. Que es incapaz de lastimar a otro. Que observa y comprende a los que sufren. Que es generoso y tolerante. Decirles a los niños que son hermosos, amados, bienvenidos, adorados, nobles, bellos, que son la luz de nuestros ojos y la alegría de nuestro corazón; genera hijos seguros, felices y bien dispuestos. Es posible que las palabras bonitas no aparezcan en nuestro vocabulario, porque jamás las hemos escuchado en nuestra infancia. En ese caso, nos toca aprenderlas. Si hacemos ese trabajo ahora, nuestros hijos -al devenir padres- no tendrán que asumir esta lección. Porque surgirán de sus entrañas con total naturalidad, las palabras más bellas y las frases más gratificantes hacia sus hijos. Y esas cadenas de palabras amorosas se perpetuarán por generaciones y generaciones, sin que nuestros nietos y bisnietos reparen en ellas, porque harán parte de su genuina manera de ser. Pensemos que es una inversión a futuro con riesgo cero. De ahora en más… ¡sólo palabras de amor para nuestros hijos! Gritemos al viento que los amamos hasta el cielo. Y más alto aún. Y más y más.
Extracto de un artículo del libro “Mujeres visibles, madres invisibles” de Laura Gutman
Ay, es que cuando una criatura aparece asi de “violentita” pues que decirte… yo la excluyo, que se de cuenta de que pierde el privilegio de relacionarse con los otros.
Discriminacion? Asi no se arreglan las cosas? Todo eso lo dicen cuando no es el propio hijo el agredido…
Pues si, pero no es solo cosa de excluirla, la cosa esta mas grave. Parece que se calmó la cosa, pero habra que estar vigilando.
Apenas vi el post Lety…me habias platicado.
Ojala que todo esto finalmente les impulse a la escuela en casa 😉
Un apretado abrazo a la hermosa y valiente Frida!
si, pero es complicado tambien :/ por lo menos ya pasó parece, el homeschooling, tema complejo, mas bien miedos sy otros factores me detienen…
saludos