Cuando nace nuestro bebé la sociedad nos mete tanta prisa, si estás por llegar a la semana 40 te quieren hacer cesárea “por si las dudas”, el parto lo apresuran con oxitocina.
Ya nos urge irnos a trabajar para “ser la misma de antes”, amamantar lleva tiempo, muchas lactancias se van a la borda por la prisa de un pediatra o por consejos que confunden a una mamá primeriza.
Nos urge que duerman de corrido, nos urge que lo hagan solos, que no nos requieran en la noche, que dejen el pañal cuanto antes, si van a tener hermanito hasta la familia nos urge mas a retirarlo lo antes posible, sin ver si el bebé está listo o no.
Meterlo a la guardería para que sea “independiente” o por que pensamos que será mas exitoso si lo escolarizamos cuanto antes, con orgullo decimos que compramos 18 libros y 5 libretas para un bebé de 2 años y que en su escuela dejan mucha tarea.
“El mio ya sabe leer” “la mía lee en alemán” “el mio escribe ensayos sobre Focault”, que se porte bien, no de problemas, y claro que esperamos las mejores calificaciones. Si no reportan algún problema lo castigamos de inmediato y le decimos que debe obedecer, jamás se nos ocurriría preguntarle su versión.
Un buen día notamos que ya casi nos alcanza en estatura, ¡como estiran! a veces en unos meses nos sacan un palmo, ya no está tan ansiosos de platicarnos cosas, tal vez lo extrañamos aunque muchas veces le decíamos impacientes que no nos quitara el tiempo con sus tonterías.
Ahora la cosa cambia, nos inquietamos de que llegan y se encierran en su cuarto, ni hablar de que nos añadan en sus redes sociales, o que nos cuenten algo, “si, ajá, no” y párale de contar.
Tratamos de usar los viejos métodos, castigos, “quitar privilegios” ¿no sales? tienen el wifi para conectarse, les quitamos el wifi, están en presencia, pero su corazón y su mente están lejos, nos miran desafiantes, les quitamos el celular, nos lo entregan y se dan la vuelta tranquilos, tratando de demostrar que hagamos lo que hagamos no les afecta. Nos descontrolamos y los abofeteamos, ¿con eso los recuperaremos?.
¿Por que nos hacen esto, si tuvieron todo? nos dicen que los chicos son malagradecidos, que no les ponemos suficientes límites, que antes si había respeto, que a punta de bofetadas los enderezaban y los hacían hombres y mujeres de bien.
Tal vez estábamos tan ocupados con “lo mejor” y que todo fuera “como debe ser” que nos olvidamos de conectar con nuestros hijos, entenderlos, saber que había detrás de algún comportamiento en vez de solo aplicar castigos, mantener ese hilo, el vínculo, la confianza, esa confianza para que nuestros hijos sepan que papá y mamá son un lugar seguro, aunque hayas cometido un error.
No es tarde, nunca es tarde, aunque tu hijo tenga ya 3, 5, 7, 11, 16 años, si se puede retomar la comunicación, ellos nos necesitan aunque parezca que no, escuchar, estar atentos a las verdaderas causas de un comportamiento, para poder darle una verdadera solución.